Conferencia de Patricia Jirón (psicóloga de EXIL) sobre: Estado, violencia e infancia.
ESTADO, VIOLENCIA E INFANCIA ¿Por qué el Estado de Chile invisibiliza la violencia ejercida hacia niños y niñas? Responder esta simple y a la vez compleja pregunta, no es fácil. Las razones son muchas y se pueden enfocar desde distintos ángulos.
Seguidamente lo analizamos en el marco de una ponencia realizada en el Encuentro anual de la Agrupación de Ex-menores Víctimas de Prisión Política y Tortura, en Chile., como parte del apoyo de EXIL España a EXIL Chile.
Mi mirada subjetiva y no neutral, no es sólo como psicóloga, sino como afectada por la violencia organizada durante la dictadura militar. Hoy en día, ningún experto duda ni niega los efectos directos de la violencia ejercida hacia los padres, familiares o amigos en los niños y niñas que estuvieron junto a esas personas violentadas. Las huellas de lo que presenciaron y vivieron, junto a las secuelas de los prisioneros políticos y torturados, dejan heridas profundas, invisibles en la mayoría de los casos, que condicionan su desarrollo físico, emocional, mental y espiritual.
“¿Por qué sigues pegada en el pasado?”; “¡Pero si eso pasó hace más de 40 años!”; “¡Te quedaste pegada, siempre pensando en el pasado!”; “¡Ay, mejor no hablar de eso para no recordar cosas feas!” Estas y otras frases son las que escucho a mucha gente cuando les digo que vengo a Chile a ver a mi familia, a los amigos y a participar desde hace 10 años en el Encuentro anual de los ex menores víctimas de prisión política y tortura.
Encontrar en plena Alameda de Santiago, hace unos días, a 42 años del golpe militar, un cartel con foto que denuncia a un torturador, me deja perpleja. Refleja la desesperación de una madre o padre, hermana o hermano, hija o hijo, frente a la impotencia de no obtener respuesta, ni protección, ni nada por parte del Estado. El Estado que después de la dictadura, han sido gobiernos democráticos que poco han hecho para el reconocimiento, justicia y reparación de las víctimas del terrorismo de Estado, de la violencia organizada.
La Ley del Silencio. El daño a más de 1500 niños y niñas: están los testimonios. ¿Qué pasa? Frente a la realidad de la tortura infantil durante la dictadura de Pinochet y el silencio de nuestros gobernantes durante la DEMOCRACIA, podemos plantear que frente a situaciones que producen un alto nivel de angustia, capaz de fracturar la estructura del aparato psíquico, que no pueden metabolizar y que produce el quiebre emocional de los seres humanos, apelan a mecanismos de NEGACIÓN para evitar ese quiebre psicológico. Este mecanismo de defensa, se aplica a nivel individual, grupal y social. Toda una sociedad es capaz de mirar para el lado, negar lo obvio, por atroz que sea. Ello podría explicar en parte lo sucedido en Chile y ayudarnos a comprender por qué se adopta la postura “aquí no ha sucedido nada” y proyectarlo más bien a otros países o situaciones como: “Es en Argentina donde ocurrieron las desapariciones de niños”; “Fue en la época de los nazis cuando se exterminaba a los judíos”; “En Chile no pasan esas cosas”…
Otra manera de explicar esa invisibilización, negación o proyección de estas atrocidades, es por el llamado “patriotismo”. Como cultura opresora destinada a los intereses del Estado. Por “la Patria” se invadió a Perú y a Bolivia. Por “la Patria” se hizo el golpe militar para “salvar” al país de los “extremistas”… el patriota exacerba su identidad menospreciando a los otros. Divide entre buenos y malos. Defenderse de los malos a costa de lo que sea, incluso con las armas, incluso haciendo desaparecer a los que difieren de los patriotas para preservar la identidad nacional.
Otra razón para negar lo ocurrido fue por el temor, el miedo, pánico a que se repitiera otro golpe militar… Había actos intimidatorios, advertencias de los militares a “estar quietos”, “no remover tanto”… O sea, que desde el punto de vista psicológico, el miedo puede paralizar y dejar a las personas en un estado de conmoción y pasividad que les anula la capacidad de actuar para defender sus derechos. Hasta el más básico que es el derecho a la vida. Son los actuales jóvenes los que no nacieron con ese miedo directo quienes están actualmente pudiendo enfrentarse a los gobernantes, que saben reivindicar y pelear por sus derechos.
¿Qué secuelas quedaron en las víctimas? Todos hemos quedado con marcas y daños emocionales y físicos. Los síntomas que presentan los sobrevivientes del terrorismo de Estado no obedecen a ningún cuadro psicopatológico, ni pueden ser catalogados como problemáticas de ese tipo. Cada año lo repito y lo seguiré diciendo: son los daños que en mayor o menor grado sufre cualquier persona que atravesó el horror de la prisión, la tortura, la violación, la desaparición de un familiar, el ser testigo de una situación de violencia extrema. Son reacciones normales para unas situaciones anormales que vivieron.
El primer daño respecto de la desaparición, por ejemplo, es vivir en un duelo permanente y eso no es por un cuadro melancólico, es por lo que implica la desaparición, lo que implica un genocidio y una masacre, aun cuando se recuperen los cuerpos y haya finalmente un entierro. Aun cuando sobreviva la persona afectada. En ese caso se cierra una etapa, pero el duelo de haber tenido que elaborar, metabolizar y convivir con tremendo dolor durante tanto tiempo, efecto de la crueldad de los otros, es una carga muy difícil para los familiares directos.
Y como con toda carga, hay que repartir el peso; si compartimos el duelo es más liviano. Por eso es tan importante el ejercicio de memoria y acompañarlo, aunque ya estén algunos juicios hechos y muchas verdades se sepan. Esa carga tenemos que llevarla entre todos: víctimas directas como familiares, parejas, amigos muy próximos, a veces un amigo es como un hermano. En general, todas las personas comprometidas en la historia de esa persona dañada.
¿Qué nos hace sobrevivir y vivir, salir de la postura de víctimas? Mientras haya impunidad, es difícil superar esa condición. Si la sociedad continúa el debate sobre la memoria, seguiremos trabajando para reparar las heridas y dejar de ser víctimas. Luchamos por esa dignidad histórica. Sin saberlo, la Agrupación de ex menores víctimas de prisión política y tortura son terapeutas sociales y nosotros, los profesionales que les hemos acompañado estos 10 años, somos activistas de la salud mental. Nos hemos implicado desde el comienzo, creyendo en el valor terapéutico de la solidaridad. En la importancia de crear redes de apoyo entre personas que comparten una historia común, aunque cada uno tenga que hacer su propio recorrido de reparación.
Nuestro rol como profesionales, es crear un vínculo de confianza y cariño, fomentar las capacidades de resiliencia de la persona (recursos propios y su red de apoyo), tratar las secuelas psíquicas del paciente y prevenir la cronicidad de una sintomatología post-traumática y depresiva, escuchar, acompañar procesos, apoyar, no juzgar, comprender, empatizar, ayudar al afectado a “reinventarse” su vida…
En esta relación terapéutica, que también nos desgarra y conmueve, a la vez nos enriquece mutuamente y nos desafía en el objetivo de seguir encontrando y transmitiendo fuentes que sirvan de antídoto al dolor humano, como la música, el baile, el canto, el contacto amistoso y cariñoso, el humor y el amor por sobre todas las cosas.
Patricia Jirón Silva
Psicóloga de EXIL
Valparaíso, Chile.